No soy creyente. Pero sí creo en la existencia de una energía inalcanzable a nuestro entendimiento, a la que se conoce por Dios, Allah o Buda, o tantos otros nombres o no nombres, prueba de que las gentes son capaces de complicar mucho la vida, eso es cierto y con todo el respecto. Del Espiritismo y su doctrina, pareja en muchos aspectos a la Católica y en muchos otros a algunas creencias orientales, aprendí el concepto de honrar padre y madre por encima de cualquier otro. Y en mi realidad distópica, ese concepto se mezcla con el cuidado y la atención a nuestros queridos a que la Enfermedad de Alzheimer nos enfrenta.
Es viernes 24, día de celebrar La Mercè. Gentes por la calle comiéndose la vida a bocados gigantes, el día caluroso, a ratos soleado, como por fin despidiendo un verano que ya se ha vuelto otoño. Pagar una visita a la Princesa de Barcelona exigía más que la fe inquebrantable en esta talla que en breve baja de su altar mayor al taller, también los santos vez por otra se regalan un arreglito, unos buenos calzados, abanicos en acción y mucha paciencia suponían enseres obligados.
En la basílica agradecía a la misericordia de este dios inalcanzable de tantos nombres, tirano e implacable en su comedido de jodernos la vida. El caso es que, la lágrima que todavía estaba al canto del ojo fue socorrida por un kleenex que me regala un desconocido, que yo seguro lo necesitaba en su entender y así me lo expresó. Me asombré por aquello de que Dios está siempre a tu lado, donde menos lo sospechas, pero igual lo puse fácil, la basílica estaba a rebozar, el concepto de distancias sociales de lo más laxo. El cuadradillo blanco en mi mano, la mirada misericordiosa. Me derrumbé en un torrente húmedo e incómodo, la mascarilla un incordio para sonar la nariz.
Hui lo más rápido posible, no fuera que el hombre con diligencia me intentara adoctrinar. Pero si le agradezco el kleenex redentor. Por un breve instante un desconocido se preocupó por mi bien estar, sin ceremonias, sin preguntas ni consuelos, sin las socorridas palabras huecas… Al final, la misericordia estaba justo a mi lado y el correfoc iba ya por la calle…